De la cosecha de Frino

Raúl Eduardo González 

Cortando rábanos es el título de un flamante libro, cuyos poemas fueron escritos por Frino, su autor, principalmente, entre los años de 2013 y 2015, aunque se encuentran algunos de comienzos del año pasado (el volumen salió de la imprenta apenas en mayo, coeditado por Ediciones del Lirio, el Museo de Arte Popular y el Gobierno de San Luis Potosí); aparece asimismo un poema de 2002, escrito en Chile, cuando el autor conociera, gracias a Violeta Parra, la décima, esa forma estrófica que ha cautivado a tantos trovadores a lo ancho y largo del mundo hispánico y lusófono durante poco más de cuatrocientos años. Frino parte de esa centenaria forma estrófica, y escribe en “Donde la tierra es violeta”:

 

Donde la tierra y el cielo

tienen la misma bandera,

las décimas se abren paso

entre la verde maleza.

La ciudad tiembla un instante

como una niña pequeña

que se agarra de la falda

de su madre cordillera.

Yo estuve en ese lugar: allí, la tierra es violeta.

 

Esta declaración de amor al magisterio de Violeta Parra y este reconocimiento hecho a la rotundidad de la forma estrófica perfilada ya en esta composición por aquel joven de 25 años, aferrado a la falda de la misma cordillera, podríamos repetir, supone el punto de partida de una historia de amor que hoy entendemos como tortuosa y gozosa a la vez, y que, no como culminación del proceso, sino a manera de un corte necesario, el autor pone al alcance de nuestras manos, a disposición de nuestros ojos y a consideración de nuestros oídos en la forma de un libro y un disco compacto: letra y voz de Frino, en las que aparecen en más de una manera sus ídolos, sus amigos, sus compañeros, para sintetizar afectos y para condenar vicios y hechos de la historia inmediata que él y sus lectores han encontrado dignos de censura también.

Antes de seguir adelante, declaro mi admiración por el autor de estos poemas, por el cantor de La Mula de Sietes, el trovador y juglar que, además de estudiar y enseñar la gran tradición del verso en nuestra lengua, ha experimentado la forma de llevar estas decantadas maneras de versificar al blues, otra de sus pasiones, y que nos entrega con los acordes de su inseparable guitarra en este mismo CD los productos bien logrados de ese ejercicio. Y por si esto fuera poco, este candidato a doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, a través de su columna, titulada justamente, “Cortando rábanos”, ha hecho a lo largo de ya más de dos años; dice él, “un experimento periodístico [… que] cada martes […] se publica en la edición lagunera del diario Milenio, y más recientemente en la revista El Chamuco, […] en programas radiofónicos”, y, por supuesto, en las redes sociales, donde tiene un enorme número de lectores, entre los cuales se encuentran nada menos que Rubén Blades y Guillermo Velázquez.

Cierto es que Frino no ha sido el primero en hacer en México la crónica del día en verso, pues, amén de la nómina de epigramistas que a lo largo del siglo XX salpimentaron la prensa de nuestro país, el hecho es que a lo largo del siglo XIX la décima en particular —y luego, de algún modo, el corrido, por supuesto— fue un género que sirvió mucho para formar opinión. Más que un género noticioso, lo fue de crítica de la realidad inmediata. Sin embargo, lo cierto es que Frino se ha sumado a una tradición centenaria de la poesía puesta al servicio de la nota editorial, y eso ya casi valdría por sí solo, a no ser porque se encuentra en su labor una serie de cualidades que me permitiré esbozar.

En primer lugar, está la oportunidad de sus colaboraciones, que atienden a acontecimientos del pasado inmediato, siempre con una visión crítica de la realidad, marcadamente de izquierda, y muy en consonancia con la visión del autor respecto de dicha realidad. Frino no empeña su punto de vista, no tiene concesiones, y acaso por ello mismo es que se ha ganado tantos lectores que lo seguimos y que encontramos en su colaboración el termostato de la semana reciente, con un tono de humor cuando así lo amerita el asunto, o con un llamado a la conciencia cuando el autor pone el dedo en la llaga ante acontecimientos como la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, la realidad de la violencia de género en la vida cotidiana de México y el mundo, o la desaparición y censura que sufren los periodistas por el ejercicio de su profesión en nuestro país.

Por las reacciones de aprobación, gozo o indignación compartidos que sus lectores tienen, amén de por la cantidad de comentarios y de la cantidad de veces que los Rábanos de Frino son republicados, me atrevo a decir que él se ha erigido en un auténtico vocero de una comunidad de lectores, acaso mucho más amplia que de la de quienes comparten su punto de vista crítico; sin duda que su análisis de la realidad tiene mucho que ver en esto, pero, sobre todo, digo yo, su manejo del oficio, en ese “triángulo amoroso entre sintaxis, sentido y verso” que Pedro Miguel describe en el prólogo del volumen.

El estilo poético de Frino en los Rábanos no se puede desligar del sentido comunitario de su trabajo; para muestra, un botón: el lector encontrará que la enumeración es un recurso que el poeta emplea con frecuencia, con resultados muchas veces sorprendentes. Sin embargo, nunca presenta un mero catálogo de cosas, sino, sobre todo, un recuento: con la mira puesta en la referida comunidad de lectores, Frino nos presenta el panorama en extenso de los elementos que encuentra en el asunto descrito, que de tal forma cobran un sentido de causa y efecto, en una conformación que ciertamente alcanza un efecto estético, pero que suele hacer un repaso crítico en el que los lectores solemos encontrarnos, con sorpresa y acuerdo. Así, cuando refiere las disciplinas y los elementos que se reúnen cuando se reinicia el ciclo lectivo en la universidad, así cuando los títulos de los relatos de Cortázar y los de las canciones de Rubén Blades permiten a Frino conducirnos por nuestra lectura y audición de sus obras en un sentido profundo.

Por si las cualidades mencionadas, todas imputables al autor, fueran pocas, hay que decir que tanto las ilustraciones de Chubasco como la disposición de las mismas en las páginas potencian el gozo de la lectura. Otro tanto sucede con voces como las de Hebe Rosell, Reyna Ureña, Adriana Cao Romero y Caña Dulce y Caña Brava, Verónica Valerio, Citlaly Malpica, Vincent Velázquez, Danger, Músicos a la Palabra y la recientemente desaparecida Betsy Pecanins, que se suman en el CD a la de Frino y a La Mula de Sietes, para reforzar en esa polifonía el sentido de comunidad que se evidencia en cada verso, en cada acorde, en cada suspiro de armónica que nos regala este gran trovador contemporáneo.

Valga esta décima que retoma una frase del propio Frino, para invitar a la lectura de Cortando rábanos:

 

Escuchemos al autor

de este libro vocinglero,

y gocemos del certero

decir de su trovador.

Habla Frino, y qué mejor

llegar hasta la raíz

del rabánico desliz

que hoy sus versos nos entreguen,

y lean, aunque no lleguen

a gobernar el país.

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