Río adentro

© Anton Masalev

Raúl Eduardo González

 

para Philip Garrison

 

y cuál no sería su sorpresa que en lugar de arena y piedras empezó a sacar puñados de pepitas de oro…

Theobaldo González Palacios, “María Centavito”

 

Esta es la historia de un lejano pueblo

que la memoria azota

con su vendaval,

que parece perderse con las vueltas del carro

y sin embargo pace junto a un río inconcebible,

que no debía correr pero que corre

de revueltos pedruscos, de importados

náilones, dedetés y polímeros,

de antigua necedad, de renovada

embriaguez en su cauce de sequías.

 

Esta es la vieja historia del resplandor mentado,

chamagoso destello de retrato y esquina

vuelto sal de los días de doce horas,

de extraviados kilómetros en su regla de tres,

de calores sin causa en algoritmos siempre

y de alforjas sin fondo que fluyen de sudores,

de camino al trabajo,

de pura iguana fuera de la olla,

de puro sinsabor en las harinas.

 

Esta es la prisa que se anega de diario

en el callejón de las ensoñaciones,

en la vuelta de rueda

que media del concreto al terregal,

del cuervo a la ventolera

que mana la punzante flor de los inviernos.

 

Aquí los muros se retuercen

con el puro capricho, apenas con el ocio

de millones tendidos en la acera de enfrente.

El sueño en estas tierras: la impasible

etiqueta de precios especiales

en su recia vitrina de remache y tabiques,

en el pasmo de su distante orilla

de severa quietud,

de largo sonsonete.

 

Aquí se está el desvelo y la zozobra

se ciñe el uniforme policiaco,

se disfraza de horario y de tarjeta

para que el cuerpo aguante

y llegue sin retardo, sin chistar, con embargo

del capataz de impulsos y goteos,

del que tiñe los cheques

con una amarga sangre de hojalata.

 

Esta es la historia vieja

del chapuzón aquel de los muchachos

que desoyeron lágrimas, que hirieron

la turbulenta lámina del río, pues en el fondo

parecía relucir

la bucería fugaz de algo pequeño,

y ahora, piensan, ahogados de distancia,

de pavesa rendida,

que era aquello tal vez una moneda

de incansable y ajeno relumbrón.

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