Raúl Eduardo González

Una serie de circunstancias, no todas necesariamente gratas, llevaron a Sandra Monge, la hija del compositor moreliano Chucho Monge, a asumir prácticamente por su cuenta la organización de los festejos por el centenario de su padre; la insensibilidad, supongo, de las instancias estatales y nacionales de difusión de la cultura, la orillarían a hacer una llamada de atención en la prensa para declarar que, para variar, los políticos no estaban a la altura de un festejo al cual se habían apuntado ya, de manera espontánea y entusiasta, Juan Gabriel y Eugenia León, entre otros personajes de la música popular mexicana.

            Gracias a la entrevista en la que Sandra denunciara la indolencia de las autoridades, el compositor, músico, musicólogo, editor y maestro Luis Jaime Cortez se enteraría de que en aquel año se celebraba el nacimiento del compositor de “México lindo”, de modo que decidiría sumar a su proyecto de homenaje en el centenario del otro moreliano inmortal, Miguel Bernal Jiménez, el de llevar la música de Chucho Monge a las salas de concierto, con el apoyo de La Sinfonietta y de cuatro excepcionales cantantes michoacanos. El encuentro entre Luis Jaime y Sandra, pero, sobre todo, el de aquel con el compositor ha generado una asociación creativa que creo que dará mucho de qué hablar en el futuro.

            De aquel importante trabajo de Luis Jaime Cortez y La Sinfonietta surgiría en el año 2012 el disco compacto Jesús Monge, 1910-2010. Canciones, que presenta los singulares arreglos orquestales de ocho canciones de Chucho Monge realizados por Luis Jaime y grabados con las voces de los cantantes Mónica Lazo (soprano), Lesbia Domínguez (mezzosoprano), Arturo Hernández (tenor) y Salvador Ginori (bajo). En ese fonograma, donde, según el texto del folleto, se proponía llevar las canciones de Monge “hacia una atmósfera sinfónica de sutilezas armónicas y refinamientos colorísticos”, ya resultaba claro que Cortez proponía una coloración particular para las canciones de Chucho Monge, para ensayar nuevas sonoridades, no bajo el esquema de la melodía acompañada, típico de la canción popular ―y también de muchos arreglos sinfónicos―, sino en la búsqueda de una gama en la que cada instrumento y cada cantante aportaran sus voces, para resultar con matices muy diversos.

            Resulta claro que la relación de Luis Jaime con Chucho Monge no se agotó de ninguna manera en aquel proyecto; Cortez ha consagrado al compositor su tesis doctoral, varias ponencias y conferencias, así como una serie de arreglos o intervenciones, que, sumando una docena ven la luz en el nuevo fonograma que se presentó con beneplácito en la cuna del inmortal Monge, y a menos de un mes de celebrarse su cumpleaños 107, y nada menos que con la presencia del propio maestro Francisco Araiza, de origen michoacano y flamante doctor honoris causa por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), institución que en ocasión de su propio centenario ha otorgado un lugar privilegiado a la obra de Chucho Monge, lo que honra grandemente a todos los que integramos la comunidad nicolaíta. Luis Jaime, según me consta, quiso siempre que el maestro Araiza cantara las canciones, y ya veo por qué: no puede haber un mejor regalo para la obra de estos dos grandes músicos y para los que amamos la música mexicana que escuchar estas magníficas versiones de las canciones en la voz de Francisco Araiza, que, como la obra de Monge, es un lujo y un orgullo para México.

El título del disco, Si muero lejos de ti…, hace referencia a una canción que no necesita presentación, pues todos la conocemos; cuando digo todos, parece que me refiero a los mexicanos, pues, como lo señalara Arturo Cruz Bárcenas, con el primer verso del estribillo de esa canción Chucho le puso apellido a nuestro país, y vemos que en circunstancias relevantes se canta “México lindo”; sospecho que no hay ninguna canción popular mexicana que se haya coreado tanto —por supuesto, “El cielito lindo” se canta más en momentos de euforia colectiva, pero es una canción tradicional, desconocemos quién habrá sido el compositor de esas seguidillas que, con distintas tonadas, se cantan en otros rincones del mundo hispánico. Pero la fama de “México lindo” rebasa fronteras y lenguas; cada vez que fuera de México alguien la ha recordado al saber que soy de aquí, se lo he comentado a Sandra Monge; la ocasión más reciente fue en Pompeya, donde el empleado de una tienda la citó de inmediato.

Chucho Monge ha alcanzado la gloria que Manuel Machado sintetizara magistralmente en esta cuarteta sobre el destino del auténtico canto que se vuelve tradicional y se integra al acervo de todos:

Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Pareciera una pena, pues, que con el paso del tiempo el nombre del compositor de canciones como “México lindo”, “Dolor”, “Sacrificio”, “Creí” y “La feria de las flores”, entre muchas otras, se haya olvidado; hay que recordar, sin embargo, que, como lo señala el mismo Machado, “lo que se pierde de nombre / se gana de eternidad”. Y hay que decir además que tanto Sandra como Luis Jaime han trabajado arduamente para que el nombre de Monge no se nos olvide, y en este fonograma nos entregan un homenaje de lo más digno, lo mejor de cada uno de ellos, de Francisco Araiza y de La Sinfonietta sintetizado en una docena de canciones bellamente realizadas; como lo describe Luis Jaime: “mantuve con absoluta exactitud las líneas melódicas y los textos. Mi intervención consistió en dar una nueva armonía, un contexto rítmico y una orquestación que pudiera llevarlas a las salas de concierto”; así, lleva a cabo con las canciones de Monge un trabajo auténtico de análisis e interpretación, que deriva en una apropiación sincera en la que el músico pone todos los elementos creativos a su alcance, así como su conocimiento y sensibilidad al servicio de la obra del compositor, lo que deriva en una íntima asimilación, una esmerada labor que pone, asimismo, la obra de Monge en el plano de los clásicos, pues sus líneas melódicas propician y resisten el diálogo en un lenguaje que, se supone, no les es propio.

Así, pues, en el trabajo de Luis Jaime Cortez, engalanado con la magistral ejecución de Francisco Araiza y La Sinfonietta, encontramos otro impulso que le es inherente a la obra de Chucho Monge, pues si bien es cierto que ya cuenta con la inmortalidad que Machado ponderara —es decir, que el pueblo canta su obra sin tener conciencia de que él es el autor—, también lo es que sus versos y sus melodías alcanzan el gusto más diverso, traspasan fronteras y pueden resonar con voces y talentos musicales de muchos lugares y de distintas épocas, lo que lo convierte asimismo en un clásico, como lo muestra este fonograma, que, estoy seguro, escucharemos muchas, muchas veces, como seguiremos escuchando las canciones de Chucho Monge en mil versiones más, adonde quiera que vayamos, “por toditos los lugares”, para decirlo en sus propios términos.

Si muero lejos de ti… se presentó el pasado 4 de octubre en el Palacio de Bellas Artes —un recinto en el que las canciones de Monge han resonado como en su casa, ya varias veces. Al darme cuenta de ese acontecimiento, escribí unos versos que compartí originalmente en las redes sociales; los transcribo aquí, con el beneplácito, además, de haber tomado parte en la presentación realizada en el Centro Cultural Universitario de la UMSNH el día 10 de octubre, gracias a la generosidad de Luis Jaime Cortez y de Sandra Monge, quienes, como Francisco Araiza y La Sinfonietta, nos entregan una bella nota musical, que se suma a la espléndida y auténtica entrega del compositor, el inmortal Chucho Monge, cuyas canciones nos acompañan siempre y recrean líricamente nuestra patria, por cerca o lejos que nos encontremos de ella.

La voz de la guitarra, la voz nuestra,

la del país herido que aún canta,

con ese ardor que tiempla la garganta

y la alegría y el amor nos muestra.




Esta tierra tan fértil, la maestra

del volcán, de la cuenca y de la planta,

con la trova de Monge se levanta

y hoy resuena en la máxima palestra.




Hoy, con Sandra y Luis Jaime y con Araiza,

este canto es el sueño que se anima

de un país que no quiere estar dormido.




Chucho Monge es el himno que se enraiza

y el amor nos renueva, con su rima,

a este México lindo, tan querido.