En la artesa del sueño

© Hakan

María Elena Solórzano

EL LABERINTO

 

Como autómatas recorremos el laberinto:

laberinto de sueños,

laberinto de bruma.

 

Sin darnos cuenta hemos llegado:

penetrar es una tentación.

 

Ya no podemos salir:

¿hacia dónde los pasos?

¿por dónde la luz se cuela?

 

Con sus hijos oscuros o luminosos

en algún lugar moraban el hombre y la mujer.

 

Algunos de manos caminan

y la exuberante cabellera cae empapada de ansiedad.

 

Las aves se resignan a dar las mismas vueltas,

ahora parecen felices con sus plumas tornasoles,

sus picos buscan semillas de sorgo y de amaranto.

 

Creemos ser libres

porque nos movemos por todo el laberinto.

Él monta a caballo,

acrobacias insignificantes sobre el lomo,

el caballo lo llevará a otra prisión, a la libertad quizá.

Yo ya construí mi cárcel y no quiero salir…

 

Vamos al interior del laberinto,

llega la locura y nos libera.

 

Daremos vueltas,

vueltas hasta llegar al centro.

 

Daremos vueltas y vueltas

hasta diluir la conciencia

esperamos que un superhéroe nos redima.