Entre el cortejo y el acoso

Débora Hadaza

¿Cuántos tipos de violencia hay? Recuerdo que cuando estaba en el bachillerato una vez nos preguntaron si era posible que un esposo violara a su esposa. Decididamente dije que no, ¿cómo podría suceder algo así? Recuerdo las caras de varias compañeras sintiendo entre ternura y lástima por mí. Sé que en este mundo todos somos sujetos de violencia, todos podemos ser asaltados, golpeados, timados, ofendidos, secuestrados, asesinados, por casi cualquier motivo.

¿Alguna vez has sentido que alguien podría matarte? Iba caminando en una calle solitaria y larga, era de día, más bien de tarde como las cinco y algo, vi a un hombre “extraño” parado en la esquina pero no quise hacerle caso a mi miedo, a mis instintos que prendieron las alarmas. Pasándolo, a la media cuadra, le escuché correr hacía mí, alcancé a voltear justo cuando su cuerpo ya estaba detrás mío, y él sólo me gritó en la cara, con todo el rostro contraído, hasta que se le acabó el aire. En otra ocasión un taxista me dijo que me iba a llevar a su cabaña, pensé en lanzarme del carro en movimiento, pero me dio miedo matarme, le di un beso para que me dejara bajar. Una vez saliendo del taller de creación literaria de la casa de la cultura, un viejo loco que es guitarrista de música “indú”, que ha tocado en varios festivales de música contemporánea, me persiguió un buen trecho, en el centro, en la oscuridad de la noche, no creí que me fuera a matar, pero me escapé con la prisa de quién se siente cazado.

¿Has sentido miedo de que te peguen? Sí. ¿Has pensando que un hombre podría arruinarte la vida, quitarte lo que tienes, desprestigiarte, y volverte despreciable ante los demás? Tuve miedo del maestro que me besó a fuerzas, de algún hombre con quien tuve un romance, de otro que era mi amigo y me manoseó, de otros que me asechaban por todos lados, entre ellos un maestro de francés. Que yo sepa nadie me ha difamado. Pero sí pensé que podían hacerlo.

A veces camino apretando los puños, pensando de que forma podría pegarle a alguien que quiera atacarme, siempre que escucho pasos atrás de mi en la calle se me acelera el pulso. Alguien me contó que siempre que su esposo quería tener relaciones sexuales cedía aunque no tuviera ganas por miedo a que la forzara, la lastimara. Otra que siempre se esperaba a contarle las cosas desagradables a su esposo lo más posible, por miedo a su reacción, a los golpes, a los insultos, a las muestras de ira hacia ella o sus hijos.

¿Has tenido que aguantar miradas y comentarios obscenos sobre tu cuerpo en la escuela, en el trabajo, en la calle? Ya sabes tus compañeros hablan de tus tetas y tu trasero en tu cara, como si no estuvieras ahí, como si no supieras de qué están hablando. O tus vecinos, todos los viejos mayores, tomando y riéndose, que te desnudan con los ojos y arrastran la voz cuando pasas enfrente de ellos. El albañil que trabaja en la casa de enfrente y que siempre que sales sabes, sientes, cómo no te quita los ojos de encima. El amigo de tu padre que “te piropea” en público, y hace que todos los demás hombres respetables te revisen.

¿Alguna vez dudaste si alguna de esas actitudes eran cortejo, romance, o amor? No.

El amor no da esa especie de miedo. El cortejo te hace sonreír aunque no quieras con quien te corteja, te hace sentir especial y hermosa. El romance te devuelve el cuerpo, hace que te incorpores, que luzcas erguida, orgullosa. El amor no da miedo, da nervios, da ansiedad bonita, te confunde pero te llena la cara de alegría, te quita el aliento pero te hace brillar los ojos. Quieres más de eso, no te escondes de quién te lo provoca, o tal vez sí pero sólo donde puede encontrarte. No, no, no señoras sabias y experimentadas de Francia, no existe una línea tan delgada entre el cortejo y el acoso. Quien acosa sabe que está usando la violencia, sabe del miedo y desprecio que causa y no le importa, sabe que está siendo vil y usando su fuerza contra alguien que no sabe como defenderse. Es imposible no saberlo, cuando un@ es violent@ siente la adrenalina y la ira en los huesos, en la voz, en la sangre. Por eso #metoo #yo también

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