M A L C A C O

Kobda Rocha

Pequeño ladronzuelo despierta tarde, crudo, desvelado, doblegado por la amnesia. Si ha de levantarse, comienza por tallar sus ojos, rascar su ingle y bostezar largo; goza de excelente buenaventura. Huraño muchachito es asaz feliz pero no lo sabe; por lo tanto, no sonríe y se siente infeliz. Izquierda derecha tambaleo – derecha izquierda derecha pausa – derecha escalón izquierda bostezo – izquierda derecha espejo. Jovencito malhabido, satisfecho rufiansito, toma una lata del refri: fría cerveza para desayunar y novia sumisa para el almuerzo. Son las tres de la tarde: de pronto suena el celular y se apaga la vida; dañino hombrecito, señorito criminal, recibe una llamada importante. Terco, corrupto, tonto, torcido por la moral incompetente de su patria, trepa a su motoneta (sin casco y con pistola). La cita es en la colonia de enfrente, donde tampoco hay dinero, donde también hay necesidad. Dados en el aire, gritos en el tablero, jugadores perdedores. Chiquillo maleantito tiene el control, el poder de dios está en sus manos. Nostálgicas o fúricas, las víctimas ceden ante el gatillo del motorizado bridón. Don bandido y míster cómplice se autohalagan, ganancias financieras exitosas sacian sus expectativas. Vacíos de interés, escogen una fiesta al azar. Raterillo está borracho, besando a una mujer que no es su novia. Viajes monofónicos cósmicos lo regresan a casa con esa otra mujer que sí es la suya, ya metidos en la cama le dice que la ama. Amanece crudo, hambriento, con ganas de almorzar. Argüende y berrinchitos pero nada en el sartén; en el refri sólo está su novia, fría y por caducar. Cargados de emociones inútiles, se aman de la única forma que saben. Bendito facineroso recibe una llamada especial: algo grande está por ocurrir. Primate descerebrado, macaco mentecato entorpecido por la idiocia, asalta el autobús donde viaja un escritor. Tormentoso día para la humanidad: adversidad inevitable que a diario sucede: delincuente australopiteco lleva una obra maestra en su saco de pirata. Tamaño derroche de talento será formateado, reiniciado y revendido a cualquier idiota. Tantos siglos de evolución y la inteligencia sigue sin poder derrotar a la fuerza bruta. Tal vez nos estamos equivocando, tal vez evolucionar no es el camino correcto. Recto, honesto y decoroso… sobra decir que un hombre así vale absolutamente cero aquí. ¿Quién lee esta columna? ¿A quién le hace bien? Bien podría ganarme la vida como cualquier caco, como cualquier malhechorcito fetén. ¡Tenga usted cuidado!, pues un día destos los homo sapiens podrían involucionar.

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