Vientos sagrados
Juan Carlos Figueroa Pantoja

Y los vientos sagrados lograron melódicos vendavalesque hicieron caer las hojas de los árboles otoñales. Elinmenso mar, rey de los azules, lanzó su enorme alarido,hacia el infinito, donde el mismo cosmos lanza su gemido perdido; hasta la última estrella de lo ignoto, hasta los oscuros planetas y los ardientes soles se escuchó; cuán doloroso fue que estremeció el encanto de Dante, tan amargo, tan oscuro igual al tabaco.
Un ángel más pálido que la gélida estrella, con enormes alas de plumón, tan blancas como la nieve, con túnica negra igual a la de los obispos del averno, conoció el monte Sinaí. De rodillas cayó a las rocas y éstas le hicieron sangrar, su llanto se dejó caer; tan cerca de él. Los cuervos volaban sin rumbo, los felinos maullabanhasta despedazar su garganta, el otoño, el triste otoño.Aquel ángel de ojos más tristes que el cantar de los muertos, anunció:
—¡Caín ha muerto y Abel resucitado! —no lo dudó ni un instante más, sin vacilar saltó al vacío, sus alas nodesplegaron, llegó hasta las rocas que le dieron solemnemuerte. ¡Sea entonces la misma tierra bebiendo su sangre! Ésta con misericordia lo acompañó en su melancolía; conél lloró.
Caín ha muerto y los unos se alegraron y los otros entristecieron. Caín ha muerto: el árbol de la ciencia dejó caer la última de sus hojas: el poeta maldito desplomó su mente pues no sabía qué escribir; el pintor lloró a la luna que no le ofrecía nostalgia, tomó sus lienzos, enloquecido los destrozó con la cuña que sirvió para abrir sus venas, y así conocer a Catrina, la bella, pues, a su corazón tambiénprofanó.
De otros más se escribió. Aquellos que saben hacer sonar la magia de los violines y el piano, tocaron sus más melancólicas y funestas melodías en honor a quien les enseñó lo magnánimo de la música, tocaron tan triste como las mujeres hijas del infortunio, tocaron hasta hacer sangrar sus manos. Al percibir el alba, al poeta se unieron, recitaron la última oda ante el pie del ébano que les daba su cobijo, se embriagaron con licores amargos como el ajenjo hasta encontrar el cenit de su tristeza y beber de los azufres prohibidos. Debajo del lucero más brillante de la mañana, perecieron.
Caín ha muerto y el caos se proclamó vencedor. Existió el último suspiro del invierno, con él se apagó el frío que ya no sintió su poder. Desde las entrañas del cosmos prorrumpió el brillar de los fulgurantes astros dejándose ver ante los ojos de todo ser viviente de la tierra, de los mares. La primavera dejó sus vergeles florecer, los frutos emergieron y las flores elevaron sus efluvios al espacio; crearon el más fino y cálido perfume que jamás se haolfateado.
Los elfos que veneraban a los vientos taciturnos, perecieron, dejando sentir el más delicado viento quetocó lo profundo de las almas zaheridas, mas las lluviasya no fueron melancólicas, a los recuerdos; en olvido los convirtieron. La luna dejó de ser la musa soberbia.Los colores vencieron a las profundas negruras, les ordenaron que se marcharan. Los cielos que fueron grises, compartieron los azules del mar. El mismo sol coronóaquel espectáculo.
Una mujer tomó a sus hijos, los llevó cerca de unriachuelo, les mostró la maravillosa arquitectura dela naturaleza que era adornada con enormes árboles de hojas verdes, con ardillas y conejos en la tierra, con colibríes y petirrojos en los aires, con el agua más cristalina; se podía presumir que se trataba de la sonrisa de un Dios que les brindaba su paraíso en la misma tierra que concibió el pecado.
La mujer dirigió a sus hijos ante el destrozado cuerpo de aquel infeliz ángel de piel nívea con enormes alas deplumón manchadas con mugre, yaciendo en forma decadáver con su rostro coloreado con hilos de sangre. A sus hijos la mujer dijo:
—¡Caín ha muerto! —señaló al pobre ángel que ya encontraba su sepulcro entre las filosas rocas, les mostró el rostro que aún dejaba salir lágrimas; la mujer sonrió.
En el cielo, en lo más alto, donde duerme y ve Dios: se congregaron los ángeles, arcángeles, serafines y queru- bines, las vírgenes, los santos, todos ellos ante el Dios más magnifico que vocablos no existen a su descripción; las elegantes y largas túnicas blancas con bordes de oro y plata, hacían juego con las hermosas cortinas del mismo color, pero contrastaban con las alfombras púrpura y rojo que vestían todos los rincones del colosal palacio de cristal, más glorífico incluso que miles de rubíes juntos; allí la belleza concebía a sus hijos.
Desde el trono más hermosamente grabado en oro, se levantó Dios, todo el conglomerado dirigió sus bellos ojosverdes, azules, grises y violetas hacia su omnipotencia,las trompetas de los arcángeles anunciaron las palabras de aquel que yacía frente a sus súbditos, se hizo sonar suvoz, tan potente como la de los estruendos en la tierra, seformaron las palabras.
—¡Alegraos, que Caín ha muerto y Abel resucitado! —aquella voz engendró en los presentes el júbilo, lafelicidad se coronó como la emperatriz de aquel lugar, losángeles tocaban el arpa, la flauta, las campanas repicabanuna y otra vez, cantos por doquier, hasta la misma tierrallegó esa felicidad, cimentando nuevos y más grandes imperios, donde los hombres ya contaban sus historias en forma de versos; poemas que hacían mención a los días que la ignorancia les había obsequiado. Esa era la tierra de sueños que los profetas anunciaban en nombre de Dios.
Desde la cuna de Caín se dio por mandato el suicidio; la orden fue realizada. Caín ha muerto y con él su estirpe,misma que por los siglos le acompañó siguiendo el orden, mas ahora ante sus pies alardean con dolor su muerte. Elhereje en los profundos mares se refugió, pues sin padre quedó, el espectro entre las glaciales auroras boreales disipó y el ente lascivo, con los efluvios de la ramera volatizó.
El filósofo a los brazos de Dios se encomendó, el científico partió con su ciencia al solitario infierno, donde las mismas llamas que un día fueron el calor para losdesamparados, a quienes el infortunio fue su verdugo y lescondenó en soledad eterna, extinguió; donde las cloacas se derrumbaron, donde el demonio su sepulcro encontró.
—¡Sacrificad pues, animales en honor a Dios! —y los hombres sacrificaban ovejas, y las mujeres gallinas y los niños tórtolas. Los colores declararon que no había más gota oscura ni pigmento de sangre mal habida, pues de ellos eran los brillantes matices de la belleza.
Mírese de cerca, donde el sauce llorón contemplala callada noche, pronto disipando, pronto muriendo,porque es ahí donde gime la bruja y su voz suena:
—Hija, siente mis brazos y no temas más, que nosotras también lo haremos.—¿Qué es lo que las brujas hacen?
—Ya mueren, ya olvidan, ya han callado.
—Y nosotras, ¿qué será de nosotras?
—Callaremos también.
—Entonces hagámoslo.
—Sí, pero primero lloremos. ¡Lloremos hasta derretir nuestros ojos!
—Ya madre, ya lloro contigo y tú conmigo, ya lloramos como lo hace la ciencia.
—¡Oh, hija! Tan pequeña, de diminutos dedos mágicos.
—Madre, no puedo dejar de llorar, pues ahora me afligen los hombres que viven en soledad, aquellos a quienes Caín acogió y brindó su calor, aquellos que ya lloran como nosotras. —Pobres hombres.
—¿Qué será de ellos?
—Por el instinto obedecerán el testamento de Caín. —¿Cuál es aquel mandato?
—Ya lo obedeceremos.
—¡Oh, viento! Ve a donde pereció Caín y consuélanos que ya nuestra alma no lo contiene.
—Ya pronto pasará.
—Pero aún no me explico algo más.
—Dilo, que tu madre está aquí.
—¿Por qué los hombres no se dan cuenta de cuánta falta les hace Caín?
—Porque las hojas del otoño no fueron suficientes y no entraron en su corazón. —¡Mamá! —Hija mía, déjame limpiar tus lágrimas.
—Y yo a ti las tuyas, que más has llorado tú.
—Lo hice, porque la misma Venus su belleza hasacrificado y todo ello en vano.
—Mamá, cura mis ojos que ya están llorando sangre. —Aguardaba este momento, en el que tus tiernos ojos conocieron por completo lo que es haber amado y llegado al cenit de la ciencia, la poesía maldita. Ahora pequeña mía, guardemos el eterno silencio, como todos aquellos que entendieron el mensaje de los vientos sagrados y encontraron la respuesta a su vacío. —¡Sí! Pronto, que todavía lloro. —Ven hacia mí, encendamos nuestros cirios y apaguemos nuestra magia. —¡Pronto! —Preparado está todo —se pusieron frente a uno de los sauces que dejaba caer dos largas cuerdas de sus ramas, con un nudo al final—, sucinta será tu muerte. —¡Mamá! Ya no hables más, que mis pobres ojos aún lloran y mi corazón se estremece. —Toma pequeña mía, átala a tu delicado cuello —le ofreció la soga. —Estoy ciega y no la veo, mamá, aún siento este triste dolor que no me deja descansar. —Pronto no lo sentirás.
—¡Ay! ¡Qué melancolía!
—Éstas son las últimas palabras que de mi pequeña escucho— ató la soga a su cuello y la subió a un enorme caballo de pelo más suave y oscuro que el negro terciopelo. —Madre, cántame al morir. —Hija mía, a tu raza jamás niegues, los cantos de la sirena en tu sueño eterno estarán, no puedo cantar tus arrullos, porque muerta quiero estar. —Yo también quiero morir, golpea al caballo ma-mita. —Hija mía, te quiero —golpeó al animal dejando caerel cuerpo. La soga destrozó el tierno cuello de la pequeña que le provocó la muerte de inmediato. —Ahora mi turno —besó el cadáver de su hija y pereció de la misma forma.
Caín ha muerto, en el cielo y la tierra reina la paz, con ella la efímera vida. Dios, con su colosal voz, elevó los brazos, conjuró a los hombres, el silencio prevaleció en los instantes de escuchar el suspiro de Abel. Desde el purpúreo trono, se levantó Dios y se dirigió a lospresentes.
—¡Descended a la tierra! Caín ha muerto y los hombres ya son ignorantes…