Del venero profundo: Palabras que brotan, de Rubí Huerta Norberto

Raúl Eduardo González

Con el título de Uandakuecha enka tsïuantajka (‘Palabras que brotan´), Rubí Huerta Norberto, a quien conocemos también —y sobre todo, me atrevo a decir— como Rubí Tsanda Huerta, nos presenta una veintena de poemas, que, como lo dice el título, han brotado para ella, palabra a palabra; ¿de qué otro modo podría ser? La poesía es un afloramiento, un brote que desborda y trasciende la superficie del silencio, de cuya entraña nace:


Exhalo de mi alma el perfume de las flores
Mis oídos se inundan con el canto de los pájaros
Mi cabello trenzado es realiza, mi piel color de la tierra
Soy quien nació en manos de las parteras, el resultado del pronóstico cósmico
Y de la alineación de los planetas
A mí me han entregado el candado del silencio de mis antepasados que con mis palabras intento abrir.
Soy quien borda en pedazos de manta la memoria de mis abuelos
Soy el retoño que brota de aquel árbol viejo (“Retoño”, p. 39)

Rubí se asume así como una mediadora; su sensibilidad transige entre la revelación y la expresión, entre las pulsiones de la percepción y el eco del decir de los mayores. Con humildad, entrega estas palabras a los lectores, decantadas por el innegable filtro de su oficio y, sobre todo, sopesadas en la fina balanza que media entre la sensibilidad y la verdad. Creo que el resultado es muy afortunado, y, sin embargo, confieso también que conozco solamente las versiones en español, pues desde el título el volumen está conformado por los textos originales en purépecha, y las versiones vertidas en la lengua mayoritaria de nuestro país, una condición que, a querer o no, presentan muchos libros en lenguas indígenas publicados en México: sus autores deben atender, como Rubí, a otra forma de mediación: aquella que trasciende la lengua materna y debe recurrir a la del poder, las instituciones y la imprenta.



Tus palabras se enredaron en mi cabeza
Llegaste a mi pasionaria
Muchas estaciones te vi florecer y deshojarte
Viene el colibrí y te dejas seducir
Como una hiedra me has envuelto
Hasta hacernos uno
Aunque sabías que no llevamos la misma raíz (“Pasionaria”, p. 11)

Así, escritores como Rubí buscan abrir una puerta, pequeña, marginal, pero cerrada hasta hace muy poco a los artistas de lenguas indígenas, cuya invención y difusión estaba mayormente vedada a los hablantes nativos de lenguas distintas al español en México. Esta condición política, que va cambiando a pasos muy lentos, no sólo ha propiciado que el bilingüismo forzado aparezca en los terrenos de la creación verbal; asimismo, ha permitido que los lectores podamos conocer, aunque sea de forma indirecta, las posibilidades y las realizaciones estéticas de las lenguas a las que la nación ha confinado, cuyos hablantes han vivido en la disyuntiva de la asimilación o el aislamiento. Como lo expresa la propia Rubí, más allá del confinamiento y el paulatino olvido, la creación poética, los uénikuecha, procuran resarcir esas palabras silenciadas por el sojuzgamiento y la segregación seculares:


Los abuelos resguardaron nuestra lengua
Decidieron no hablarnos más en purépecha
Pero la lengua no sólo es palabra
Queda atrapada entre los caminos que recorren la sierra
En el perfume y color de las flores
Entre las hierbas del campo y la hicieron medicina acompañada de palabras que curan.
En la música que retrata quiénes somos y en los sabores de nuestro alimento
En la profundidad del lago, ahí está nuestra lengua (“Brota la lengua”, p. 51)

Acercarnos a la obra de Rubí, en las versiones en español que ella ha realizado de sus propios poemas, es, en apariencia, un ejercicio de imaginación y empatía, como aquel que emprendemos cuando leemos la versión en nuestra lengua de un poema escrito originalmente en ruso o en japonés; sin embargo, hay mucho más que esto: en las páginas pares del libro, el decir de las palabras que han manado para la autora aguarda casi mudo los ojos de hipotéticos lectores; ahí, donde los mayores la resguardaron, donde la silenciaron para evitar la discriminación y la marginación de los jóvenes, ahí, en los caracteres de imprenta del libro de Rubí Tsanda brota la lengua, mana palabras que aguardan la refrescante recreación de quien las lea.

            Rubí asume su condición vital, individual y subjetiva, expresada en la plenitud de su propia existencia, en el goce sensual y en la reflexión sobre los grandes temas que la inquietan (el paso del tiempo, la renovación de la vida, la condición de ser mujer); al hacerlo, reconoce su lugar en el mundo y lo manifiesta con toda libertad:


Besando los contornos que deja tu sombra por la noche
Mis ojos te ven danzando en el corazón de la luna
Soy esclava de esos movimientos
[………………………..]
Palpita mi poema entre tus pies (“Delirio”, p. 41)

Asimismo, Rubí sabe hacer evidente el diálogo que sostiene con las tradiciones verbales de su lengua: en su poesía, la dimensión comunitaria de la creación estética se actualiza con la propia experiencia, para devenir en una expresión enriquecida por las visiones personal y comunitaria. Entre ambas, no todo es armonía por fuerza: el contraste revela de pronto la rebeldía personal, la conciencia de quien ha traspasado los cánones de lo convencional, las convenciones sobre la feminidad, para dar cauce poético a la voluntad de vivir su propia vida, su momento y su lugar en el mundo, descubrir así al ser amado y, sobre todo, deseado:



Unos ojos cristalinos me miran
también los miro
no pude encontrarme en ellos
perdí la vergüenza (“Vergüenza”, p. 29)
 
Que la luna se esconda que aparezca de día
Que el sol se esconda y aparezca de noche
Que el sol y la luna se encuentren
Que el sol y la luna se amen (“Eclipse”, p. 31)

Pero la comunidad y la lengua son, asimismo, un asidero para mirar la realidad convulsa, el terrible cariz que cobra la vida en nuestros días, y que la poeta puede  contemplar con más precisión desde la palabra tradicional:


De tanto en tanto
No más mujeres muertas
Sin excepción de edad condición de vida o raza
Moriremos, pero no porque alguien nos quite la vida (“Dadora de vida”, 17)
 
Florea la calabaza
florea el tiringüini
las milpas en su madurez sacan la espiga
los grillos cantan…
se ha consumado el tiempo,
pasa otro año cuando vinieron a pedirme en matrimonio
¿Cómo pudiste perderte?
¿Adónde has desaparecido?  (“Perdición”, p. 27)

El diálogo llega a aquellos temas que hacen reflexionar a la autora, como en “¿Adónde va la vida?”, en cuyos versos reflexiona sobre el paso del tiempo, con gran efectividad verbal y profundidad simbólica:


Así pasa otro día, la vida
Maíz
Nixtamal
molino
lumbre
tortilla.
[………………………..]
Así pasa otro día, un mes, un año, otro año y otro.
Ya no humea más la casa; el remolino se lleva los recuerdos (pp. 19, 21).

Este libro, tan breve en extensión, nos brinda una lectura rica y honda: del venero profundo de la propia sensibilidad, y de la palabra ancestral, Rubí recoge y entrega una poesía de sutiles contornos pero de expresión directa; un agua clara de la más honda que corre en el purépecha de la autora. Aun en español reverberan las linfas que emergen de ese manantial sonoro. Y me pregunto: ¿cuándo podremos como mexicanos regocijarnos con la lectura de la obra de los autores de lenguas indígenas? ¿Cuándo podremos traspasar el umbral de exclusión que clausuró el imperio y que hemos heredado y hecho cosa nuestra? Porque, más allá de explicaciones y lamentos políticamente correctos, el hecho es que hay muchos estudios por hacer en torno a obras como la de Rubí. Esa puerta cerrada nos priva a unos y otros, en este caso, del goce de la poesía de esta gran autora, cuya aparición celebro.

            Celebro, finalmente que la Secretaría de Cultura de Michoacán apoye la publicación de una obra poética tan digna, y felicito y agradezco a la autora por este testimonio del cumplimiento de su destino, profundo como las palabras que ella sabe cifrar:


Con tus movimientos incitas a los dioses para que dancen,
y en cada fragmento de tu danza
quedan pedazos de glorias olvidadas.
Mis ojos se pierden contemplando tu grandeza,
ahí se desatan mis recuerdos
y platicamos de las cosas del mundo.
Escucha la voz de esta estrella que colapsa en tus brazos de llamas (p. 35).
 

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