“Como cuando termina de llover”: La edad de oro de Ángel Ortuño

Ruth Escamilla Monroy

Si escuchamos el concepto de edad de oro quizá pensemos en la plenitud de la mejor época o en los juegos de palabras de los poetas barrocos. Si buscamos información aparecerán referencias a un periodo utópico en la antigüedad griega, a José Martí y a Luis Buñuel. Si leemos La edad de oro de Ángel Ortuño hallaremos el placer de un libro que nos hace transitar entre la perplejidad y la risa; entre la reflexión y el divertimiento; entre la ironía y la inocencia; entre los laberintos de la lengua y la poesía en lo cotidiano.

Ya desde el índice se anuncia la personalidad del poemario, casi ocho páginas de títulos tan intrigantes como Mi nombre es lo de menos, vengo a decir que odio la poesía confesional; Licenciatura en escritura creativa. Ejemplos o Parecía que el animalito estaba lleno de felicidad pero la verdad era que segregaba sustancias venenosas para defenderse de las caricias. Con una variedad en la extensión de los textos, el libro lo abarca todo porque la poesía está en todas partes. Hay vecinos, vendedores de acera, poetas, niños, policías violentos, fantasmas, músicos en el camión, un exhibicionista, insectos, dedidades, filósofos, cíclopes, pastoras, villanos, gatitos, cineastas, demostradoras, una musa suavecita y hasta la presencia de Jesús, que convierte a la voz poética en portadora de un mensaje.

Diversas formas de lo lúdico integran el libro en el que podemos encontrar referencias a rondas infantiles, al acto de deshojar una margarita o a los juguetes sobre los que descargamos nuestras iras infantiles. Hallamos también juegos de palabras como el que sugiere el concepto de trío en el poema que abre y da nombre al libro; además de guiños entre los títulos y el contenido,

 NADIE ES FELIZ ANTES DE SU MUERTE

Dijo Solón, “Ni
            después”

La risa brota también al leer las confusiones de la lengua en la vida cotidiana, tal como escuchar la llamada telefónica de una mujer que explica cómo cortar una piña en “Este poema tiene ojos color café, necesita medicinas”, su conducta es errática y en su casa lo extrañamos. O bien, la carcajada puede surgir al leer sobre las insospechadas consecuencias de resbalarse en la ducha, relacionadas con calamares y la tinta de los pulpos en Las frases largas sólo conducen a la confusión.

El tránsito por este libro incluye el acompañamiento cercano de la voz poética, pues pronto interpela al lector, así como en los “apartes” del teatro de la Época de oro. Por medio del recurso del paréntesis, encierra aquello aparentemente accesorio que se convierte en fundamental:

(hay que tener cuidado con el verso anterior si se recita

en público,

no vaya usted a decir

una cosa por otra).

En este poemario que abarca todo o nada, porque “No hay nada fuera del texto. Tampoco adentro”, es posible hallar la mirada crítica de quien sabe lo peligroso que se ha vuelto el mundo para las mujeres; las observaciones de quien se cuestiona ante el arte conceptual; las reflexiones de quien escucha en el transporte público y de quien se fija en las conversaciones de la gente común:
¿Quiere creer que
aunque tenía dinero, no quisieron
venderle una cerveza?

también en lo que ocurre en la calle:

Algo así como el tipo que arregla la bocina de su automóvil

para que suene como las primeras notas de

El Padrino

o bien, en un espectáculo:

¿A quién se le ocurrió que un golpe de platillo

marcaba el final

de un chiste fallido?

Podría decirse mucho más sobre este libro de Ediciones el viaje (2020), sin embargo, callar es lo más sensato y dejar en manos del público el placer de descubrir que leerlo es “como cuando termina/ de llover/ y tienes siete años.”

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