Un trozo de papel

© Steve Kleier

Óscar Toledano

Tomó el taxi. Todavía caían algunas gotas de lluvia; al interior del vehículo se percibía el olor a humedad combinado con un tufo a sudor rancio. Un olor irritable a la nariz.

—¿Adónde lo llevo? — preguntó el conductor con voz rasposa.

—No tengo idea, sólo tengo esto para llegar —sacó de la chaqueta un papel doblado y se lo mostró.

—¿Puedo entonces tomar cualquier ruta?

—Por favor.

En la radio se oía la trompeta de Harry James. Se escucha el vacío. Los semáforos sincronizaron todos en verde y las luces se veían diluidas a través de la ventanilla.

Se perdía en sus pensamientos, lejano, abstracto. Ya no existía el ruido del motor, ni la combinación de olores, ni sonido alguno de la trompeta de  James.

Tomó nuevamente el pedazo de papel y se volvió a perder en sus pensamientos, solo…

La madrugada eran él y su trompeta a un costado.

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