¿Qué obliga a dejar atrás las lenguas originarias?

Lilia Ramírez

De alguna u otra manera, todos hemos escuchado que existe una lenta pero constante desaparición de las lenguas indígenas en nuestro país. Este fenómeno ha sido atribuido a factores como la modernidad, la tecnología, la migración, la falta de recursos, la vida urbana en contraposición de la vida rural. Se han hecho estudios, me consta, que revelan que los jóvenes se rehúsan a hablar sus lenguas maternas por temor a la discriminación de sus compañeros y a que su práctica, fuera de sus comunidades, les provoca sentimientos de inferioridad y la idea de no encajar en la sociedad actual. ¿Es esto cierto? ¿Es la renuencia de los jóvenes la responsable de que las lenguas indígenas estén condenadas a desaparecer tarde o temprano?

En nuestro contexto, el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas (INALI) menciona: “En México se hablan 364 variantes lingüísticas de acuerdo con el Catálogo de las Lenguas Indígenas Nacionales. Esto lo hace uno de los países con mayor diversidad lingüística del continente. Pero muchas de esas lenguas están en peligro de extinción.”

Hace justamente dos siglos y medio, el 6 de octubre de 1769, Francisco Antonio Lorenzana, que entonces era Arzobispo de México, escribió en un texto que tuve la fortuna de encontrar en la Biblioteca Digital de Valencia, España,  que a dos siglos y medio de hecha la conquista (nótese la coincidencia en tiempo) parecían haberse multiplicado las lenguas originarias en el Reyno que había sido conquistado por Hernan Cortés, y que si bien este personaje, auxiliado por Gerónimo de Aguilar y Doña Marina, había podido entender el lenguaje de muchas provincias desde Yucatan hasta México y hasta Goathemala, al momento de escribir su texto, en una sola Diocesis se habían multiplicado las lenguas de tal modo, que: “… aun para confesar algún reo en las cárceles, podemos asegurar, que no se ha hallado Ministro Eclesiástico, ni Interprete…”

Leyendo a Lorenzana, entre líneas se advierte que sostiene la tesis, y yo me apego a ella, de que las lenguas se van dejando atrás debido a las nuevas condiciones sociales que se generan por la expansión de unos pueblos sobre otros, es decir, las conquistas. Explica que, desde la antigüedad, caldeos y sirios hicieron perecer en gran parte la lengua hebrea hasta casi extinguirla; que los griegos acabaron con la lengua caldea y siria y que los romanos a su vez, terminaron con la griega y que esto han hecho todas las naciones aún con las lenguas más doctas. Y continúa: “Luego que se hicieron los Romanos Señores de nuestra España, mandaron que todos hablasen y escribiesen en lengua romana, o latina, y corrompida después de la invasión de los Godos, quedó el Romance, o Latin corrompido.”

Sin embargo, Lorenzana ve este fenómeno como algo ineludible y enumera las ventajas en la unificación del lenguaje: “El hablarse un mismo idioma en una nación propio de su soberano, y único Monarca, engendra cierto amor, e inclinación de unas personas a otras, una familiaridad que no cabe entre los que no se entienden, y una sociedad, hermandad, civilidad y policía, que conduce mucho para el Gobierno espiritual, para el trato doméstico, para el Comercio, y Política, como también para ir olvidando los Conquistados insensiblemente sus enemistades, sus divisiones, sus parcialidades y su aversión a los que mandan.”

Otra razón importante por la que se va aboliendo la lengua originaria, que el mismo prelado vive en carne propia, es la evangelización: el “mexicano”, refiriéndose al náhuatl, es una lengua escasa y bárbara y que ha sido necesario que los castellanos inventaran “composiciones de vocablos” para denominar los santos sacramentos de la iglesia y explicar los misterios de la santa Fe.

“Deseamos Pues que las ovejas entiendan la voz y silbo común de los pastores no que ellos se acomoden precisamente al balido vario de las ovejas el obispo es el primer párroco y mayor de todos los párrocos y ni entiende ni puede entender tan diversos idiomas en su diócesis y si se entiende el Castellano lo conseguirá en todos los pueblos de su visita atender a más prontamente a las necesidades de curas Y vicarios pues ahora está sujeto a el idioma de los ministros más que a la idoneidad de sus personas y es indispensable esta Providencia siempre que los naturales se mantengan cerrados en su lengua.”

Una vez expuestas estas razones, es posible advertir que los jóvenes no son responsables de que una lengua se vaya debilitando hasta desaparecer, si no que las razones obedecen al ámbito económico, religioso, político. La evangelización de los pueblos conquistados es de una alta prioridad y por ello son obligados los pueblos a aprender el idioma impuesto, pero también tiene sus ventajas en cuanto al comercio, la vida pública y la vida familiar.

Para escribir este artículo, se consultó: https://bivaldi.gva.es/es/consulta/registro.cmd?id=4393

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