Los inválidos

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Franck Fernández

Sobre los techos de París hay algo que se percibe en el horizonte como un elemento que atrae la atención. Y no es para menos. Una gran cúpula dorada como punto culminante de un edificio monumental. Como si fuera poco, al acercarnos, diríamos que los edificios que circundan a este gran monumento, por respeto o por temor, se han alejado y lo han dejado solo rodeado de jardines y explanadas para su mayor gloria. Para completar su majestuosidad, el puente Alejandro II, regalo del zar de Rusia a París, le abre el camino al otro lado del Sena. Toda esta perspectiva continúa con una magnífica avenida, que separa los dos Palacios de exposiciones, el Petit Palais y el Grand Palais y todo termina en la famosísima avenida de los Campos Elíseos.

Estoy hablando de uno de los más emblemáticos edificios de Paris: Los Inválidos. Hoy en día, es fundamentalmente reconocido por ser el lugar donde descansan los restos del emperador Napoleón I. Pero, los Inválidos es mucho más que eso. Hagamos un poco de historia.

Esta obra se lo debemos al rey Luis XIV, bautizado al nacer como Luis Diosdado. Francia terminaba la cruenta guerra de los 30 años. La cantidad de militares que resultaron lesionados o lisiados de esta guerra fue grande. Cuando los soldados ya no eran válidos para la batalla, el rey obligaba a los monasterios a que los recibieran, pero la convivencia entre eclesiásticos y antiguos soldados era difícil. Los primeros se quejaban de la vida disoluta de los segundos y estos de la vida de reclusión de los primeros. Muchos se escapaban de los muros de los claustros en los que tan incómodos se sentían. No teniendo otro sitio a donde ir, iban a las calles a vivir del hurto, a pedir limosna y a buscar pendencia. Luis XIV, que tenía grandes aspiraciones de expansión territorial, necesitaba retirar de las calles la imagen de aquellos soldados que ya no le eran útiles y retomó una vieja idea para crear el primero de los hospitales militares que existió en el mundo: El Hospital Nacional de los Inválidos. También era un lugar donde podrían vivir los últimos años de su vida en condiciones decentes. Fue en el año 1670 que, por orden real, se concretizó el proyecto. El edificio también sirvió como cuartel y convento. Con posterioridad aquí se erigió la iglesia de Saint Louis des Invalides.

El edicto real rezaba: “Para que aquellos que han expuesto su vida y prodigado su sangre por la defensa de la Monarquía pasen el resto de su vida en la tranquilidad”. La obra se inspiró en el monumental San Lorenzo del Escorial de las afueras de Madrid. Retoma la idea de una rejilla (que en realidad se inspira en la rejilla sobre la que fue quemado vivo en martirio San Lorenzo), con un gran patio central y edificios alrededor, todos unidos por patios centrales menores. Los trabajos comenzaron en 1671. En 1674 la institución acogía a sus primeros enfermos. Como los Inválidos también servían de cuartel, fue allá que se dirigió el pueblo sublevado de París en 1789 en busca de armas con la intención de asaltar y tomar al este de París el castillo de la Bastilla.

El emperador Napoleón siempre mantuvo una relación estrecha con esta institución, razón por la que le acordó mucha atención. Después de su regreso del exilio al que fue sometido en la isla de Santa Elena en el medio del Atlántico Sur, fue bajo el gran Domo del edificio principal de los Inválidos que se instaló la tumba del gran corso. Allí permanecen sus restos dentro de varios sarcófagos. El primero es de latón, el segundo de caoba, el tercero y el cuarto son de plomo y el quinto de ébano. Todo esto dentro de otro sarcófago de pórfido, roca ígnea color púrpura de Siberia, regalo del zar ruso Nicolás I. A su vez, todo el conjunto descansa sobre un gran pedestal de granito verde. Esta tumba se puede visitar desde la planta superior en un balcón redondo que circunda la cúpula. Las malas lenguas dicen que se ha hecho con la intención de que todo aquel que venga a visitar o ver la tumba de Napoleón tenga que inclinar la cabeza en señal de respeto al emperador.

Los Inválidos también sirven como necrópolis de otros personajes. Allí descansan algunos de los familiares del emperador, generales y mariscales de Francia y las 42 víctimas del primer atentado que se produjo en Francia en 1835 contra el rey Luis Felipe y del que este salió ileso. En los Inválidos existen varios museos, todos vinculados con la historia militar de Francia. Allí podemos ver objetos relacionados con la Primera y la Segunda Guerra Mundial, guerras en las que participó este país. Existe un gran museo con objetos personales de Napoleón y su familia. 

Pero, a pesar de todo lo anteriormente dicho, los Inválidos siguen cumpliendo su primera misión. Continúa siendo hospital militar de alta especialidad para los militares franceses heridos en distintas misiones a las que son enviados y, al mismo tiempo, es el cuartel del comando superior que se ocupa de la protección de la ciudad de París.

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