Blancanieves

Franck Fernández

© Thomas Lawrence

Esta historia comienza como comienzan casi todos los cuentos: Érase una vez una buena reina que no había podido tener hijos, cosa que añoraba sobremanera. Un día de crudo invierno, sentada al lado de una ventana con marcos de ébano, contemplaba el blanco paisaje que se extendía al exterior mientras cosía. En un momento de descuido, se pinchó el dedo y de su dedo brotaron rojas gotas de sangre. Fue en ese momento que pensó: ¡Qué maravilloso fuera si Dios me bendijera con una hija con el rostro tan blanco como la nieve que desde aquí puedo contemplar, con pelo tan negro como el ébano del marco de esta ventana y con labios tan rojos como la sangre de mi dedo!

 

Su deseo se cumplió poco tiempo después, pero lamentablemente murió de parto. Muy naturalmente, a la pequeña princesa se le dio el nombre de Blancanieves y su padre, para que no careciera de la figura materna, se casó con otra mujer. Más tarde el rey también falleció. Fue así que Blancanieves se quedó sola en palacio con su madrastra, que resultó ser una mujer extremadamente hermosa, pero al mismo tiempo vanidosa, engreída, mala y colérica. Resulta que la madrastra también era bruja y tenía un espejo al que, en el colmo de su vanidad, cada mañana le preguntaba quién era la mujer más hermosa del reino y el espejo le respondía sempiternamente: -Tú mi querida reina.

Así marchaban las cosas hasta un día en que Blancanieves, que cada vez más se hacía una hermosa princesita, causó la ira de la malvada madrastra cuando fue la elegida del espejo mágico. La reina, llena de odio, mandó a buscar a un cazador para que mediante engaños se llevará a la princesa Blancanieves al bosque y allá, lejos de la vista de testigos, la matara y le trajera el corazón como muestra de su obediencia. El cazador no pudo cumplir con la horrible orden y, entre lágrimas y súplicas, le pidió a Blancanieves que huyera y que nunca más regresará a palacio.

Es inútil continuar, porque todos ustedes conocen el fin de esta historia. Claro, estoy hablando efectivamente del cuento de Blancanieves y su malvada madrastra que fue publicado por primera vez en 1812 en un libro que se llamó “Cuentos de niños y del hogar” escrito por los hermanos Grimm originarios de un antiguo estado independiente alemán llamado Hesse-Kassel de antes de la unificación alemana en 1871. Ellos se dieron a la tarea de recopilar viejos cuentos alemanes viajando de pueblo en aldea escuchando y anotando las tradiciones orales de esos lugares. En el año 1857 tuvo una nueva edición en la que la trama de Blancanieves cambió ligeramente.

Distintos poblados de Alemania se adjudican la historia real. Sin embargo, yo voy a presentarles los dos más plausibles. Una es la historia de Margarita von Waldeck nacida en 1533, hija del Conde von Waldeck. Efectivamente tuvo una madrastra muy severa. A los 16 años el padre la mandó a la corte de Brabante, que era como en aquella época se le llamaba a Bruselas, y fue cortejada por personajes de gran importancia como el Conde de Egmont y el futuro Felipe II de España. Finalmente, nuestra Margarita murió en 1554 a la edad de 21 años aparentemente envenenada por arsénico.

La otra candidata en haber inspirado nuestra historia es María Sofía Margarita Catalina von Erthal nacida en Lohrn cerca de Frankfort en 1725. Era la hija de un magistrado del príncipe de Sajonia. También se quedó sin padre y sin madre. Su madrastra hacía todo lo posible para que fueran sus propios hijos los que disfrutarán de todas las facilidades que había dejado el padre de María Sofía. Uno de los elementos que se cree motivaron esta historia de Blancanieves es que cerca del palacio de los von Erthal donde vivía María Sofía había minas de carbón con túneles muy estrechos por donde podían pasar solamente personas muy pequeñas o incluso niños. También muy cerca aún hay un oscuro bosque e incluso una gran fábrica de cristales, que hace alusión al sarcófago que para ella crearon los siete enanitos. Los que abogan por María Sofía fundamentan también que a la entrada del palacio de los von Erthal hay un gran espejo, que puede ser el espejo mágico de la madrastra bruja.

Más adelante, Walt Disney decidió llevar esta historia al cine. Sus allegados, incluyendo su propio hermano y su cuñada, trataban de disuadirlo de esta idea que era bien distinta a los cortometrajes que había producido hasta ese momento. Pero Walt Disney veía en grande. Él quería un largometraje, el primero en dibujos animados. Se le asignó un presupuesto inicial de 250 mil dólares, lo que era 10 veces más de lo que normalmente se utilizaba para sus cortometrajes. El presupuesto definitivo de la película llegó casi a millón y medio de dólares. El propio Disney tuvo que hipotecar su casa para poder aportar los fondos necesarios para terminar el trabajo de filmación.

Para esos días acababa de llegar a Hollywood una hermosa actriz judía austriaca que se escaba del clima de terror para los de su raza en Europa y del estricto control de su celoso marido. Era de una belleza espectacular, quizás la más hermosa de las mujeres que han pasado por Hollywood. Estoy hablando de Hedy Lamarr. Fue su perfecto rostro el que sirvió de inspiración para crear el de nuestra Blancanieves.

 

La primera presentación de la película fue en el ya inexistente Carthay Circle Theatre el 4 de febrero de 1938, habiéndose realizado unas primeras presentaciones de prueba en el New York City Hall y en Miami para un público muy restringido. El éxito fue inmediato. Todo Hollywood estaba presente en esta presentación. Allí estaban, entre muchos otros, Judy Garland y Marlene Dietrich. El New York Times felicitó la presentación con un gran titular: “Thank you very much, Mister Disney”. Directores de la talla de Charles Chaplin y Sergei Eisenstein reconocieron que era el mejor firme que se había producido hasta este momento. Durante la oncena presentación de los premios Óscars, Disney ganó un Óscar de honor debido a la tan importante innovación que se realizó en la pantalla que fascinó a millones de personas y como pionero de un nuevo tipo de diversión.

Blancanieves y los siete enanitos también recibió un Óscar por la mejor música, en particular por la canción “One day my prince will come”, que ha sido traducida a todos los idiomas en los que presentó la película. Con posterioridad esta canción ha sido retomada por otros grandes de la canción. Un ejemplo ha sido una versión de Barbra Streisand de 2002 en su disco The Essential.

Con el dinero que ganó Disney por esta película, compró los estudios de Burbank donde actualmente se encuentra la sede social de la Walt Disney Studios. El éxito de Blancanieves fue tan grande que muy pronto Disney se dedicó a la tarea de producir otras dos películas que nos han maravillado desde entonces: Pinocchio y Fantasía. A ellas les siguieron otras como Bambi, Dumbo, Peter Pan y Alicia en el país de las maravillas. Para esa época, fue la película que más ganancias generó hasta le llagada de “Lo que el viento se llevó” en 1940. El éxito de Blancanieves llevó a la competencia, la Metro Golden Meyer, a producir su propia película de fantasía, El mago de Oz en 1939 con Judy Garland. Por su parte, el otro maestro de los dibujos animados, Max Fleischer, también decidió hacer una película de animación: Los viajes de Gulliver.

En 1993, la película Blancanieves y los sietes enanitos se convirtió en la primera película en ser digitalizada. En 1989, la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos consideró que la película era “cultural, histórica y estéticamente significativa” y decidió conservarla en el registro nacional de películas. Por su parte, el American Film Institute la ha clasificado como una de las 100 mejores películas norteamericanas y la mejor película norteamericana de animación de todos los tiempos.

En lo personal yo, como dijera el New York Times, por todos los ratos agradables que he tenido gracias a este gran genio del cine, digo lo mismo: Thank you very much, Mister Disney.

 

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