El Lusitania

Franck Fernández

Si le pregunto al amable lector cuál fue la razón por la que los Estados Unidos entraron en la contienda de la Segunda Guerra Mundial, seguro sabrá responderme que fue por lo acaecido aquella mañana del 7 de noviembre de 1941, cuando la armada imperial japonesa atacó la base naval de Pearl Harbor en Hawái. Esta fue una invasión cobarde pues, en el mismo momento en que los japoneses atacaban, el embajador japonés en Washington negociaba condiciones de paz. Pero pocos sabrían decirme cómo entraron los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.

Sabemos bien que la Primera Guerra Mundial comenzó con el asesinato del archiduque heredero del imperio austrohúngaro, Fernando de Habsburgo, y de su esposa Sofía Chotek a manos del anarquista serbio Gavrilof en la ciudad de Sarajevo. En ese momento, en los Estados Unidos el presidente era Woodrow Wilson y la posición de la mayoría de los norteamericanos era permanecer neutrales en esta guerra europea, por muchas simpatías que se tuvieran por el lado de los aliados, y con la finalidad de ser un intermediario imparcial al final de esta guerra. Pero los deseos de los norteamericanos desaparecieron con el hundimiento del barco Lusitania, perteneciente a la compañía inglesa Cunard Line.

A la sazón, el Lusitania era el barco más grande y rápido del mundo, tenía una altura de 6 pisos y 240 metros de eslora. Salió en un viaje de Nueva York a Inglaterra. Los pasajeros, antes de comprar su billete, preguntaban a los empleados de la compañía si había peligro debido a la guerra en curso. Los empleados de la Cunard Line decían que el barco era más rápido que cualquier U-Boot y que por ello no había peligro. Los U-Boot eran submarinos, la nueva arma con la que disponía el Kaiser alemán y que, a pesar de no ser muy eficientes en su tétrico trabajo de hundir barcos, no por ello dejaban de ser un peligro real. Debido a la escasez de carbón a consecuencias de la guerra, que era el material de combustión para las calderas de este barco, el Lusitania viajaba a una velocidad reducida, lo que lo hacía más propenso de los ataques de los U-Boots.

En ese viaje de Nueva York a bordo había 1200 personas de las cuales 128 eran norteamericanos y, ya cerca de las costas de Irlanda, fue divisado por el periscopio de uno de estos submarinos U-20 a 700 m de distancia. Antes de averiguar nada, el capitán del submarino dio la orden de atacar al barco de pasajeros. Pocos sabían a bordo que ya en febrero de 2015 el Kaiser había dado la orden de declarar los mares que circundan Inglaterra e Irlanda como zona de guerra. De esto había advertido el embajador alemán en Washington pero la advertencia no había pasado a la prensa.

El torpedo disparado produjo un boquete de más de 12 m de diámetro. El pánico a bordo era total, la desgracia del Titanic estaba en la memoria colectiva pues se había producido solo cuatro años antes. A los pocos minutos se produjo una segunda explosión aparentemente debido al colapso de una de las calderas. A los 13 minutos ya el barco comenzaba a hundirse. Pocos fueron los que lograron en tan poco tiempo llegar a los botes salvavidas ante el horror y la confusión. Los pobres náufragos trataban de flotar con sus chalecos salvavidas sobre alguno de los restos del barco.

Entre los documentos de la Marina Imperial de Alemania se ha encontrado el diario de Walther Schwieger, comandante del submarino, en el que escribía haber disparado el torpedo a las 15:10 hora de Alemania, 14:10 de Irlanda. Allí dejo escrito que solo después de haber realizado el disparo se dio cuenta de que se trataba del trasatlántico de pasajeros Lusitania. La opinión mundial fue muy dura, tanto con el oficial como con la Marina alemana en general. Las críticas también eran duras, pues ya se habían producido casos de barcos que navegaban con bandera de naciones neutras para poder transitar por los mares declarados zona de guerra y los alemanes disparaban sin discriminación contra ellos. En el caso del Lusitania las cosas se empeoraban porque muchas familias iban a bordo, incluso fallecieron 94 niños.

Pero la prensa universal se desató en particular contra el Kaiser, acusándolo de ser asesino de inocentes y de bebés. Los alemanes se defendían diciendo que el Lusitania no solo transportaba civiles, sino también artículos de guerra. De hecho, se ha podido comprobar con el paso del tiempo que a bordo del Lusitania también iban 24 toneladas de obuses y 30 toneladas de aluminio y bronce para la industria militar inglesa. Tanto del lado norteamericano como del inglés se sabía de esta carga pero consideraron que los alemanes no se atreverían a atacar un barco de civiles. Estudios actuales dicen que la segunda explosión se produjo no por la explosión de la caldera, como se había dicho en aquella época, sino por las municiones y el polvo de aluminio que transportaba el barco. Fue esta segunda explosión fue la que causó mayores estragos al barco y que hizo que se hundiera tan rápido.

Debido a la rapidez con que se hundió el barco, solo seis barcos salvavidas pudieron ser lanzados al mar. Algunos desafortunados se tiraban desde lo alto del barco, pero caían desde una altura de 18 m con el consiguiente golpe. Por otra parte, en mayo frente a las costas de Irlanda, la temperatura del agua es muy inferior a la del cuerpo humano y la hipotermia llega a poco de estar en el agua. El ataque al barco se produjo frente a las costas del pequeño poblado de Queenstown, en Irlanda, donde vivían fundamentalmente pescadores. De inmediato los barcos de pesca que ya estaban en el mar y otros salieron a rescatar a sobrevivientes. Fueron ellos los que también llevaron a la costa los cadáveres que flotaban por centenas. La noticia llegó de inmediato a Liverpool, que era el destino del Lusitania, y a Londres, generándose manifestaciones espontáneas que atacaban los comercios de ciudadanos alemanes en esas ciudades. Finalmente los Estados Unidos entrarían a la guerra 2 años más tarde, siendo este un momento relevante para decidir cuál sería el bando ganador.

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