La imagen y la escritura como experiencia en la edición

© Norman Blamey

Víctor Argüelles

Ser al mismo tiempo autor-lector, creador-espectador, posibilita un ejercicio completo de comprensión e interpretación de los discursos que enriquecen fuertemente la sensibilidad humana ya que, con esto se da por hecho el estar bajo una posibilidad creativa y estética que ejercen la práctica del arte, aunado al milagro de la visión donde predomina la forma visual, entendida a la vez como imagen, icono asociado así sea en el contexto de la palabra, ya sea poética o sólo palabra como dispositivo para transmitir un mensaje. Ésa ha sido mi experiencia en varios años de labor como creador de imágenes desde la pintura y desde la poesía, dos expresiones que se ligan ya en el terreno de la edición al ofrecer la misma cara de un lenguaje en forma de libro. 

Esta forma que nos lleva a dilucidar mundos ajenos, para ser correspondidos en complicidad con el mensaje, de manera directa, íntimamente ligados a contenidos que se expanden con la imagen y la escritura. Para decirlo de manera más personal, debo mencionar que, como creador de ilustraciones, mi desempeño ha sido la de revestir palabras ya sean propias o ajenas, actividad que presupone el ponerse en la piel de alguien más, para tratar de sentir las impresiones, las emociones y todo lo que equivale a profundizar en algo que sale de un ser creativo, un otro ser tejiendo redes para lanzarlas a otro ser que tendrá que también lanzarlas pero para capturar un mensaje; esta distinción es ante todo una oportunidad de ser y estar en tiempo y, para el tiempo; respaldar con el uso de técnicas de representación plástica a esos seres que te piden ilustrar sus ideas, presentadas en la formación del texto donde conviven lo mismo lugares que personajes, atmósferas y ritmos o, en algunos casos la referencia más cercana del autor: su mundo onírico, sus miedos o fortalezas. Desempeñarme en esta labor es de antemano ya un hecho como experiencia confortante.

Pero, ¿qué tiene de interesante esta labor? Lo que es un privilegio de esta labor es la de dar a conocer las coincidencias y las afinidades que te conectan con algún posible lector, estar del lado de la tenacidad como alguien que busca en el mensaje siempre un compromiso con alguien más; esa parte obligada a repensarse como una entidad también propia de tu personalidad. Estar en el libro, ser en el libro; dejar en el espacio de la página la impronta de la existencia es ya un logro matizado con la permanencia de la letra impresa o la tinta sin posibilidad de diluirse; expresiones que, habiendo pasado por obstáculos te enuncian y desde ese lugar de la enunciación, te dan sitio en este mundo. A mi entender, el trabajo del libro, bookworks, tal como lo definiría el escritor-artista Ulises Carrión, es ante todo una forma de revelarse, imponerse contra lo estipulado y el sistema, pero con la finalidad precisa de sacar algo de eso; motivarse para motivar y así imponer el orden para entender las estructuras de un libro que está esperando turno para ser codificado.

Si lo que se resuelve en el trabajo de la edición independiente es la condición de autosuficiencia, vista desde una postura personal para dar cauce a las ideas, entonces el destino del libro traza una ruta que idealiza su consumo en un ámbito efectivo, donde el criterio del lector es apreciado por su calidad humana. Esta confabulación autor-lector, da al contexto de la edición un estatus imponente, sostenida desde un punto de vista sensible, ya que, lo que presupone la actividad del editor es la de elegir, captar para el futuro la expectativa de los contenidos y afianzarse a la realidad cada vez más sofocante y rigurosa en cuanto a la exigencia masiva de los medios de comunicación.

La realidad está puesta por encima del trabajo de la edición, los nuevos retos se abren como exigiendo ser superados en corto tiempo; las condiciones son las que uno como autor-lector, creador-espectador se impone desde su necesidad, desde su preferencia, desde su entrega y desde su ímpetu. En el trabajo de la edición de libros confluyen, no sólo la capacidad técnica o artística, resumida en una materialidad que apuesta a ser intervenida, sino que también hace presencia la calidez humana armonizando con el conjunto latente del libro: letra, imagen, sellos que darán tiempo de vida a un intención precisa de estar en el universo.

*Altas y bajas, Antología BABEL 2019

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