El poder del nombre

Merari Fierro (Endora Ediciones)*

En los ocho años que tenemos haciendo este encuentro, he visto crecer, desaparecer e incluso evolucionar a numerosos proyectos en torno al libro. Me he encontrado con la energía y dinamismo de las editoriales nuevas, con proyectos furiosos por cambiar el sistema, y también con los asumidos que siguen en el camino porque ésta es ya su forma de vida. Más allá de las propuestas novedosas, y de los ajustes que constantemente se hacen a las plataformas y los materiales, el único reto que se mantiene constante, inamovible, es el de la distribución, que para mí se traduce en cómo vender los libros que editamos, pero también en el imperativo de “educar” a nuestros autores y lectores en torno a lo que implica publicar un libro hoy en día. 

Tenemos la obligación de decir a los escritores que publicar es sólo un paso en la carrera del escritor, que el llamado “éxito en librerías” es una falacia que sólo alimenta al ego, siendo que el objetivo principal de un escritor el ser leído, no ser vendido. Habría que darles un repaso sobre la historia de los escritores renombrados para que constataran que, como sucede en todas las áreas artísticas, el autor pocas veces vive de su obra; generalmente tiene un trabajo aparte que lo sostiene, o, de ser afortunado, un mecenas (léase, su familia) que lo mantiene. Creer que con un libro publicado nos haremos millonarios es como creer que un músico ganará el Grammy al sacar su primer CD. Al igual que sucede con los músicos, los escritores hacen su carrera escribiendo y dando a conocer su obra, es decir, siendo leídos. El glamour y la bohemia del éxito es un asunto aparte.

Esta misma información la deberían tener los lectores: ni todos los libros publicados son de “gran calidad” ni todo lo que está en una librería es “cultura”. Un libro publicado es simplemente una plataforma más para dar a conocer un contenido: para mí, lo que importa es el contenido, y el trabajo que hay en la elaboración del mismo; así es como se dan a conocer los sellos editoriales. 

Tal vez el principal problema de esta mala interpretación sobre qué es una editorial y cuál es su función, en la cadena del libro, radica en el nombre que nos damos: editorial = casa editorial, es decir, una empresa reconocida que imprime, distribuye y vende libros, de autores contratados. Este término aplica muy bien a las casas editoriales que cuentan con amplio presupuesto para invertir en sus proyectos, pero que también eligen los proyectos según el público al que están enfocados; es decir, aplican un proceso empresarial, mercadotecnia de por medio, para ofrecer sus productos.

En contraste, la mayoría de las editoriales alternativas (y algunas de las llamadas independientes), buscan publicar obra que les resulta interesante al interior de la misma editorial, colectivo o editor a cargo. La pregunta de si venderá el libro queda a un lado, y la distribución se hace en ferias y canales también alternativos. En ocasiones, estos proyectos son sostenidos entre el autor y el editor. No hay garantía de venta, pero sí, generalmente, de un trabajo hecho con mucho cuidado.

Deberíamos pues, afinar la definición o diferencia, al menos entre estos dos tipos de edición. Ambos persiguen objetivos diferentes, e incluso, plataformas distintas. Hacer creer a un autor que la edición alternativa incluye lo mismo que lo que una casa editorial es mentirle, tanto como el que nos digan que si un libro está en Gandhi, el Sótano o Casa del libro, es un éxito de librerías por el sólo hecho de estar ahí… 

*De Antología BABEL 2018

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