¿El libro es libre o el libro es libro?

Paloma Villalobos Preciado (Ediciones Ají)

© Ofra Amit 

Uno de tantos prejuicios alrededor de la edición independiente tiene que ver con la legitimidad de generar libros o publicaciones que no se acoplen a las características y formas de la edición tradicional. Se habla mucho de la falta de calidad en la hechura o la falta de cuidado en la realización de los libros que se elaboran artesanalmente o a través de procesos que no son necesariamente industriales. A la edición alternativa se le cuestiona desde las técnicas de impresión y encuadernación hasta la falta de registros como el ISBN que, ante los ojos de la mayoría, otorgan al libro seriedad, legalidad o, más concretamente, la mencionada legitimidad.

Como parte de Ediciones Ají he podido atestiguar que en México y América Latina hay una gran proliferación de sellos editoriales alternativos o independientes de diferentes colores y sabores que desarrollan su trabajo de maneras que distan mucho de ser las usuales. En este creciente universo coexisten publicaciones muy diversas y, es válido reconocerlo, un buen número de estos proyectos se encuentra en vías de desarrollo, resolviendo problemas sobre la marcha y proponiendo soluciones a estos problemas. Aquí juega un papel preponderante el encuentro y el diálogo abierto entre pares y colegas: las experiencias compartidas nos permiten depurar procesos, superar dificultades y lograr productos valiosos y relevantes por razones que no tienen que ver con una edición impecable o un encuadernado perfecto.

Asimismo, esta gran proliferación se explica, en primer lugar, por el hecho de que los libros que elabora la industria editorial tradicional se encarecen continuamente, al grado de convertirse en objetos de difícil acceso para una persona promedio. Otra razón es la dificultad para que un autor nuevo o desconocido pueda publicar en una editorial grande o de renombre, aunque -al menos en teoría- los caminos son democráticos y están abiertos a todo aquel que decida tocar esas puertas, la realidad nos ha dejado claro que un manuscrito difícilmente llega a las manos de aquellos que están en posibilidad de aprobar su publicación, ya que siempre se trata de una apuesta (ante todo económica) de alto riesgo. Otra causa recurrente –y la que nos convoca a encuentros como Babel– es la convicción de que hay libros por los que vale la pena apostar porque nos gustan, nos apelan y merecen ser publicados.

A lo largo de los años hemos podido coincidir en diferentes espacios y lugares con editores y proyectos editoriales que han decidido desarrollar su trabajo al margen de la industria tradicional o de las instituciones. En algunos casos esta decisión ha tenido que ver con el desencanto por las formas de la industria, pero en otros casos, la gran mayoría en mi experiencia, está vinculada con el deseo de hacer las cosas de otra forma. Esto no implica hacer las cosas mal o descuidadamente, de hecho existe el compromiso de hacer las cosas de la mejor forma posible y, al mismo tiempo, posicionarse ideológicamente. Hay también una clara intención de aprovechar los recursos que se tienen a la mano y aprender de las personas que han encontrado cómo enfrentar y sortear los obstáculos que se presentan cotidianamente en este oficio.

Un libro es un objeto noble cuyo destino puede transcurrir por varios caminos, el más triste de ellos es el de un libro que una vez publicado no sale de una bodega; otro escenario es el de un libro que tiene un tiempo de vida limitado en una librería y está condenado a la destrucción o el olvido porque ya se sabe que la edición tradicional y supuestamente legítima no garantiza el éxito de una publicación. Otra opción, la nuestra, es una publicación independiente, que no asegura la venta en librerías –o, siendo honestos, en ningún otro espacio– pero que propone un acompañamiento, la posibilidad de ubicar un número modesto de ejemplares directamente en las manos de alguien que decide llevárselo consigo porque ha habido un intercambio emocional, intelectual o de cualquier otro tipo. Tal como escuché en alguna parte: recomendar un libro es como presentar a un amigo, destacas sus cualidades sobre sus defectos, y es así que los editores independientes realizamos un trabajo continuo para generar eventos y plataformas que nos permitan presentar nuestras publicaciones a públicos muy variados. Sin embargo, al final tampoco hay ninguna garantía, algunas historias son más felices que otras, un camino no es más correcto que otro, es una cuestión de decisión, de actuar en congruencia con una idea o, mejor dicho, con un deseo y una convicción.

Es importante mencionar que detrás de un sello editorial, por más independiente o alternativo que sea, hay una gran cantidad de trabajo y un esfuerzo por generar un catálogo, un corpus de publicaciones con rasgos o características en común que dé lugar a un todo en expansión, es decir, un contexto que da cuenta de una identidad o de una visión del mundo.

Concluyo esta reflexión haciendo hincapié en que la legitimidad de las ediciones alternativas o independientes no se fundamenta en la calidad de sus procesos productivos, en su apego a los registros o su presencia en las mesas de novedades de las librerías. Desde mi punto de vista, la legitimidad está más relacionada con el derecho a generar contenidos –literarios, académicos o de cualquier otra índole– y crear objetos únicos (o al menos no producidos en serie) al margen de una industria inclemente y de muy difícil acceso para aquellos que no formamos parte de su estructura; se trata también de expandir los horizontes de lo que significa libro y lo que representa hacer libros en un país como México, en un momento histórico como el que vivimos.

*Altas y bajas, Antología BABEL 2019

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